miércoles, 18 de enero de 2012

ORIENTACIONES PARA LOS DEBERES ESCOLARES

Los deberes son un recurso que si bien permite que los niños puedan finalizar en casa lo que no han podido terminar en el colegio, posibilitando a la vez la iniciación del hábito de estudio, puede, sin embargo, resultar una situación que provoque emociones negativas y conflictos en la relación padres-hijos.
Para ayudar a que esta relación sea armónica y que a la vez el niño se beneficie de los aspectos positivos de las tareas para casa, se proponen las siguientes orientaciones:
  • La primera reunión de padres con el tutor a comienzos de curso suele ser el momento en que se dan las normas sobre los deberes por lo que es importante asistir a ella.
  • Además de asistir a las reuniones es conveniente comunicarse con el tutor cuando sea necesario y hablar con él de cómo realiza el niño los deberes. Además de que el profesor le puede aconsejar sobre cómo ayudarle, si fuera necesario podrían llegar a un acuerdo sobre la cantidad de deberes a realizar por el niño dependiendo de sus dificultades, motivación, etc.
  • En los primeros cursos, preguntar diariamente al niño por los deberes, revisar con él sus cuadernos (aprovechar para felicitarle por su trabajo) y comprobar que tiene los deberes anotados en la agenda. Conforme el niño va adquiriendo autonomía estas comprobaciones pueden espaciarse en el tiempo.
  • El lugar de estudio: Una regla básica es no hacerlos delante de la televisión, ya que es una fuente continua de distracciones. Se necesita además un lugar tranquilo, con buena iluminación, materiales de trabajo, etc.
  • Es importante consolidar el hábito de realizar los deberes diariamente. El día que el niño no lleve deberes puede dedicar al menos algunos minutos a la lectura, organizarse el cuaderno, buscar información sobre algún tema, etc.
  • En relación a cuándo hacer los deberes, no existe una hora más adecuada que otra. Sería preferible llegar a un acuerdo con el niño sobre el momento de llevarlos a cabo.
  • Ese momento sí debería respetarse y ser el mismo todos los días para favorecer el hábito.
  • Si se ha elegido realizarlos después de la cena, habría que tener en cuenta que el tiempo para hacerlos debería permitir media hora de juego y/o actividades relajantes antes de irse a la cama.
  • Por lo que respecta a la cantidad de tiempo que un niño debería dedicar a los deberes, depende de la capacidad y actitud de cada niño. Pero sobre todo los deberes no deberían suponer una carga excesiva para ningún niño, que ya ha tenido una larga jornada escolar.
  • También habría que tener en cuenta el esfuerzo que le suponga al niño. En general, a los niños que presentan dificultades se les debería facilitar más la tarea. Hay que evitar que, además de fracasar en el colegio, tengan "más de lo mismo" al llegar a casa.
  • Hay que procurar que, dentro de lo que supone una actividad que puede ser difícil para el niño, éste disfrute con la tarea y/o con su consecución o logros alcanzados. Los padres pueden facilitar esto animando al niño.
  • Niños con dificultades de atención pueden necesitar periodos breves de descanso y/o juego después de acabar una actividad y antes de iniciar la siguiente.
  • Marcar con el niño el tiempo máximo que puede estar haciendo los deberes. Es preferible que si algún día ha hecho el remolón, se interrumpa cuando ha acabado el tiempo y que se enfrente al día siguiente con su responsabilidad por no haberlos acabado. De ninguna manera debe plantearse un tira y afloja que ocupe gran parte de la tarde o vida familiar.
  • Para aumentar progresivamente el tiempo que el niño es capaz de estar con los deberes puede resultar útil el hacer un gráfico con él y que vaya anotando cómo aumentan los minutos de dedicación a la tarea. Establecer algún pequeño premio motivará al niño a mejorar.
  • Sería preferible que fueran los dos padres los que se interesaran y/o apoyaran al niño; así aumentará la motivación de éste hacia las tareas.
  • En cuanto a la ayuda que se le presta, no hay que olvidar que los padres no han de ejercer de profesores sino de padres. Su función sería ayudarles a organizarse, controlar el ambiente, animarles, ayudarles en algún momento más difícil y hacerles ver que si no son capaces de hacer algo pueden recurrir a la ayuda del profesor al día siguiente.
  • Si el niño necesitara ayuda para organizar los deberes podemos ayudarle a dividirle la tarea en partes. Igualmente ayudarle a planificar el tiempo en momentos de exámenes o en tareas en las que se da un plazo más o menos largo de entrega.
  • En los primeros años el adulto puede estar en el mismo lugar donde el niño hace los deberes, aunque haciendo otra cosa, con la idea de ayudarle en algún momento a centrar su atención. Pero con paso del tiempo se le debe dar mayor autonomía.
  • No es conveniente darle la solución a las preguntas o problemas planteados; es mejor proponerle preguntas y/o pistas que le acerquen a la respuesta correcta, pero debe ser él el que llegue a la solución.
  • En ocasiones, se le puede ayudar algo al inicio de la actividad para dejar que él continúe sólo.
  • La hora de revisar los deberes es un momento importante para mostrar interés por el niño y para resaltarle lo que está bien hecho. Si el niño lo pide podremos corregirle algún aspecto concreto, pero lo importante es que la tarea esté realizada ya que su corrección sería más adecuado que se realizara al día siguiente en clase.
  • Mantener una actitud positiva ante su esfuerzo, resaltando sus logros aunque sean pequeños, elogiando su actitud aunque los resultados no sean totalmente satisfactorios. Si valoramos de manera positiva el esfuerzo que le supone y los pequeños logros que vaya alcanzando estimularemos también su interés y esfuerzo hacia las tareas.
  • Si el niño no fuera capaz de hacer los deberes sólo, entonces deberíamos hablar con su tutor, por si necesitara algún apoyo en el colegio.
  • Si aún así el niño necesitara ayuda, aunque algunos padres tienen tiempo y paciencia suficientes para prestarles un apoyo adecuado, en general sería preferible la ayuda de un profesor, a ser posible especialista en pedagogía, psicología o psicopedagogía.
  • No criticar el resultado de lo que el niño haya hecho, ya que eso perjudicaría la relación con el niño y podría desmotivarle. Es mejor centrarse en lo positivo, sin olvidar que es el maestro el que tiene que valorar lo realizado y que los deberes no tienen por qué llegar perfectos.
  • Si algún día el niño se negara a realizar los deberes hay que ser consistentes en aplicar las consecuencias acordadas previamente con él.
  • Recordar al niño que debe anotar los deberes todos los días y llevar a casa el material que necesite para hacerlos.
  • Animarle a llamar a algún compañero cuando tenga dudas sobre qué deberes hay que llevar al día siguiente.
  • El niño debe disponer de tiempo a lo largo de la tarde para jugar, para el ocio y para la convivencia con padres y hermanos, por lo que como ha indicado, los deberes sólo deben ocupar una parte (pequeña) de la tarde.
  • Por el contrario, si los deberes llegaran a ocupar mucho tiempo el niño podría llegar a odiarlos, con lo que se perderían en gran medida los efectos beneficiosos de las tareas para casa.
  • También le ayudamos si somos un modelo de conducta para ellos: también los adultos tienen sus tareas en casa, dedican su tiempo a la lectura, etc.
LA IMPORTANCIA DEL REFUERZO
Los niños pequeños no distinguen bien entre el esfuerzo y la capacidad. Es a partir de aproximadamente los 8 años cuando se dan cuenta que hay niños más capaces, y que si quieren conseguir los mismos resultados que ellos deben esforzarse más.
Por eso, si desde que entran en la escuela, los padres premian el esfuerzo, no sólo los resultados, los niños se acostumbrarán a esforzarse para conseguir sus objetivos y adquirirán las bases de unos buenos hábitos de estudio y trabajo.
Los padres deben preocuparse de reforzar (elogiar, reconocer, prestar atención, etc.) el esfuerzo que les cuesta conseguir las cosas a sus hijos. Hay niños a los que les cuestan mucho los aprendizajes y, sin embargo, los padres pueden cometer el error de considerar sus resultados como mediocres.
Actividades que nos pueden parecer fáciles, como reconocer las letras, unirlas en sílabas y leerlas, suponen un gran esfuerzo. Si a eso unimos la impaciencia o malas caras de los adultos cuando no se aprende rápido, etc., la tarea se vuelve más difícil, por lo que el niño puede desanimarse y evitar la lectura.
Por ello, la mejor manera de ayudar al niño es no comparándolo con otros, sino con él mismo. En cuanto notamos un pequeño avance, aunque sea pequeño en relación al de otros niños (hermanos, primos, compañeros de clase) debemos hacerle ver que está consiguiendo sus objetivos. De esa manera, aunque le cueste, no tirará la toalla, y se animará por lo conseguido.
No hay que perder de vista que el niño ve su progreso a través de lo que los padres y profesores le trasmiten, cuando valoran o desvalorizan su esfuerzo.

EN RESUMEN:
  • Anotar todos los días en la agenda la tarea propuesta por los profesores.
  • En la hora consensuada de hacer los deberes, que el niño vaya mirando las cosas que el niño tiene que hacer.
  • Dejar que el niño sea responsable y autónomo sobre la tarea a realizar, y ayudarle solo cuando sea muy necesario.
  • No corregirle los deberes.
  • Comprobar que ha finalizado la tarea mandada.
  • Reforzarle el esfuerzo.
  • Si no se pone a hacer los deberes debe asumir la responsabilidad al día siguiente en el colegio.

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